Agendas de papel ¿en la era digital?

A pocos días para que termine el año y arranque uno nuevo repleto de hojas en blanco que llenar de tareas y reuniones de trabajo, citas con amig@s, viajes, cursos, gestiones diarias y demás frentes que atender, se hace necesaria una herramienta que contribuya a poner orden al caos y nos ayude a optimizar tiempos y a no perder el norte.

LA AGENDA. Es uno de los objetos más útiles para el tan ansiado orden. El instrumento de organización -laboral y personal- por excelencia. Pero: ¿en papel o digital?

Hoy ponemos la mirada en la agenda en papel, tirando más de sus pros que de sus contras, que ‘haberlo haylos’: sí, no se pueden sincronizar con otros dispositivos, como teléfonos móviles, tablets y ordenadores, y tampoco pueden enviar recordatorios automáticos de eventos importantes, por citar algunas desventajas.

Es evidente que lo tiene complicado en un momento en el que la tecnología lo eclipsa todo, pero quizás, echando un vistazo a las estanterías de papelerías y librerías, más aún en Navidad, donde las agendas en papel aguardan en masa su turno para ser empaquetadas como regalo, no estén tan pasadas de moda. Algo paradójico cuando nuestro día transcurre en conexión casi ininterrumpida con dispositivos electrónicos. Pero sí, la agenda en papel reivindica su espacio.

Aquí algunas razones para no renunciar a ella -o recuperarla- como herramienta para organizar tus 365 días del año:

  • Entre sus bazas, que la agenda tradicional permite precisamente hacer un parón en nuestra eterna conexión digital. Anotar, lápiz o boli en mano, y de puño y letra, lo que tenemos previsto para que nuestra maquinaria productiva eche a rodar o para plasmar una idea repentina, es un gesto que reconecta con el aquí y el ahora, y que suma una cierta dosis extra de consciencia a la hora de planificar nuestros días.
  • La agenda tradicional ofrece de un modo más férreo el gusto del tachado, que da paso al orgullo del trabajo hecho y a la liberación mental que supone superar tareas.
  • Fácilmente transportable, una agenda tradicional está abierta a su consulta y relleno con datos de interés en cualquier momento. Durante ese trayecto en transporte público o en esa espera con un café. Imprime un plus de romanticismo a tus pausas para ver lo que falta, analizar lo realizado y reflexionar sobre el futuro más inmediato.
  • Permite una visualización global y rápida de tus acciones y pasos.
  • No depende de la tecnología, por lo que es accesible y funcional siempre.
  • Versátiles y personalizadas: hay una agenda para cada persona. Las agendas de papel permiten enriquecer tu previsión con notas y dibujos, individualizándolas aún más.
  • Una agenda tradicional, más allá del uso individual, puede convertirse en una herramienta de trabajo corporativo. Cada vez son más las entidades sociales, colegios profesionales o instituciones de todo tipo que apuestan por este formato de planificación en papel para compartirla como obsequio entre sus equipos. Emergen aquí las agendas tematizadas que suman contenido extra de interés para una profesión o colectivo (insertando días mundiales y otras fechas señaladas, pinceladas de historia, propuestas creativas o adhesivos en modo recordatorio), reforzando así su utilidad.
  • Al no enviar recordatorios automáticos, no saturan con sonidos ni distraen. Para no olvidarte de nada, juega con tonos de escritura destacados o adhesivos llamativos sobre la tarea en cuestión.
  • Objetos de diseño ambulante: en la elección de tu agenda en papel, es clave su atractivo visual. Hoy muchas son auténticas obras de arte ilustradas.
  • No están reñidas con la sostenibilidad: si vas a quedarte con la versión tradicional, opta por materiales respetuosos con el entorno.
  • Perduran (más) en el tiempo: puedes incluso coleccionarlas, y medir con ellas tu evolución profesional.