“Podemos contar cosas, dar noticias, informar, pero la comunicación nos pide que quien recibe el mensaje nos responda con su cambio de mentalidad, con su actitud, con apoyos determinados, incluso con críticas”
Todas las organizaciones comunican. Quizás algunas no sean conscientes pero cada día están lanzando mensajes a diferentes públicos –sociedad, plantillas profesionales, voluntariado, personas asociadas o colegiadas, clientes, administración pública, competencia, etc – cuando se relacionan con ellos.
Si entendemos la comunicación como un proceso en el que facilitamos información a alguien, pero no nos asegurarnos de que está entendiendo lo que decimos es muy probable que acabemos hablando solos. Y si no escuchamos lo que nos dicen, nuestras acciones irán perdiendo sentido.
Existen tres tipos de organizaciones que comunican: las empresas, el sector público y las asociaciones (colegios profesionales incluidos). Pero durante años, las pequeñas y medianas empresas, los colectivos profesionales y el Tercer Sector ha crecido de espaldas a la comunicación. El resultado es que son casi “invisibles” para la sociedad. O peor, carecen de una política de comunicación definida o una deficiente que puede traer consecuencias negativas ante nuestros públicos de interés. Basta con dar una mirada a algunos perfiles en redes sociales o páginas web corporativas.
Si nos movemos por impulsos (la presentación de un producto o proyecto, la difusión de un acto social o una memoria anual) y no construimos un discurso que sostenga o facilite su interpretación, es probable que tengamos dificultades para trasladar nuestro mensaje con claridad y enfatizar lo que nos distingue del resto. “Es que no conseguimos que los medios de comunicación nos hagan caso”. Conocer los códigos es esencial y también definir qué queremos hacer en cada momento. Porque no es lo mismo transmitir que comunicar.
Un Plan de Comunicación es un instrumento fundamental para cualquier organización –para fortalecer sus intangibles- y es preciso considerarlo estratégico en una visión a medio y largo plazo. Su elaboración supone la toma de conciencia sobre la posición que ocupamos frente a nuestros grupos de interés. Por eso, la filosofía que emana de él es mantener una cultura de información constante y fiable que permita decir a la sociedad quiénes somos y qué hacemos.
La comunicación es una herramienta estratégica que genera transparencia. De ahí que tenga que estar planificada para que sus actuaciones estén en línea con el propósito, misión, visión, valores y principios de la organización; y se debe medir su eficacia. La gestión adecuada de la comunicación genera y defiende la visibilidad positiva y la credibilidad. Sirve para crear, proteger y desarrollar marca y reputación, los activos más importantes de toda organización.
No basta con mantener un flujo de comunicación. La información por sí sola no influirá necesariamente sobre el comportamiento hasta que el individuo no la relacione con sus experiencias, sentimientos, valores y modo de vida propio. No basta con generar contenidos si, al mismo tiempo, no somos capaces de dirigirlos. Porque el silencio también es comunicación.